domingo, 23 de junio de 2013

La elección

Caminaban de la mano por la playa. Amanecía un día plomizo y precioso. Rayos apolíneos perforaban el tapiz del horizonte, esclareciendo el camino de los paseantes. La pareja seguía la costa, aparentemente interminable, en silencio.

Ella miraba hacia los nubarrones sobre el mar, al punto donde los nítidos haces sugerían que debía de estar el Sol. Con la vista seguía el reflejo de la luz sobre el agua, contemplativa. Su mente, en un estado de plácida embriaguez, se mostraba ajena a las inquietudes intelectuales. Las vacaciones, por fin, le permitían disfrutar de su existencia sin más. De vez en cuando comprimía levemente la mano que agarraba como modo de compartir su elación y su afecto.

Él la miraba a ella. Caminaba por el interior, donde las olas sólo acariciaban sus tobillos. Trataba de vaciar la mente, de disfrutar del idílico momento que compartían, pero le era imposible. Cerró los ojos para que la luz le bañase los párpados, con la esperanza de que ésta purgase su cerebro de los pensamientos que lo acosaban. Cada vez que ella apretaba su mano, sentía que debía entregarse ciegamente, olvidar cualquier recuerdo y rendirse a la felicidad que le brindaba. Sin embargo, cuando ella se giraba para ver las olas, sentía una fría culpabilidad en su conciencia recóndita. Era como una traición, pensaba, permitirse cosechar los placeres de dos relaciones extraordinarias y no devolver su indivisible atención a ambas.

No era una infidelidad. Su novia, la que había dejado en casa, la compañera de toda una vida, sabía con quién estaba, sabía que no era una sustitución. También sabía que no era un capricho. La mujer que paseaba con él, sin embargo, era ignorante de su conflicto. Con todo el tiempo que se llevaban viendo, él no había aunado valor para explicarse. De nuevo, esta no había sido una decisión deshonesta. Confiaba en que lo entendería. No obstante, le parecía una declaración dolorosa, para todos. Aunque ella fuese capaz de asimilar que los sentimientos de su chico eran bidireccionales, no podría evitar pensar que contaba con una reciprocidad incompleta, fragmentada.

'En el fondo es cierto,' pensó. 'No puedo devolverles lo que me dan. A las dos no. Como mínimo mi compañía estará dividida.' Las dudas lo anegaban, amenazando con extinguir incluso la claridad del paradisíaco amanecer. '¿Hasta dónde es posible amar a dos personas? ¿Llega un momento en el que tengo que elegir, sacrificar?' Una cosa tenía clara: no podía vivir consigo mismo en ese estado. Incluso en el hipotético caso de que ambas mujeres aceptasen incondicionalmente la situación, él seguiría dividido, culpable, contrito. Jamás sería capaz de entregarse plenamente, no al saber que había otra esperándole.

Por supuesto, el hecho de que la solución a su problema estuviese a su alcance no ayudaba en absoluto. Siempre lo había estado. Podría haberse ahorrado los últimos meses, de haber querido hacer uso de su "solución". Pero no. Había preferido esperar, ver cómo se desenolvían los acontecimientos. En definitiva, dejarse llevar. Su condescendencia con el destino ahora le parecía cobarde. En un ictus de rabia, tomó su decisión. Era una solución dolorosa que llevaba rumiando un tiempo. La única, en el fondo, si lo que quería era "solucionarlo". Se consolaba convenciéndose de que no era un acto de egoísmo, no era un mero bálsamo para su propia angustia. De este modo no se conocerían ni tendrían que conocerse en el pasado.

Se detuvo abruptamente, tomando los hombros de la chica a quien tanto quería entre sus manos y besándola apasionadamente. Cuando se separaron, jadeando, se dejó caer al suelo y, apoyando los dedos sobre la arena mojada, invocó el poder que le era exclusivo. Sintió la familiar opresión y vio cómo se saturaban los colores del paisaje. La escena se disolvía, recordando absurdamente a un cuadro impresionista. Un brote de pánico amenazaba con invadirle. Antes que permitirse sentir remordimiento, arrancó la vista de la chica, fijándose en su lugar en el Sol, que se abría ya paso entre los nimbos cargados. La luz se deshizo ante sus ojos y el suelo giró violentamente bajo sus pies.
Ya no se encontraba en la playa. Estaba en el cuarto de baño de su antigua casa. Se miró en el espejo y vio la cara que recordaba haber tenido dos años antes. Había empleado su... habilidad más veces, pero nunca antes había deshecho tantos meses de historia. No tenía muy claro de qué punto en el futuro venía y, no obstante, era consciente de que había perdido algo. Se tiró en la cama, sintiéndose desdichado y sin saber por qué. Varias horas más tarde, salía a comer con su novia, que le recibió con una sonrisa y un beso. 'Debo de haber hecho algo bien,' pensó, maravillándose de su fortuna. Pero algo más profundo le sugería un sacrificio, el retorno a un pasado incompleto.

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