Caminaban de la mano por la
playa. Amanecía un día plomizo y precioso. Rayos apolíneos perforaban el tapiz
del horizonte, esclareciendo el camino de los paseantes. La pareja seguía la
costa, aparentemente interminable, en silencio.
Ella miraba hacia los nubarrones
sobre el mar, al punto donde los nítidos haces sugerían que debía de estar el
Sol. Con la vista seguía el reflejo de la luz sobre el agua, contemplativa. Su
mente, en un estado de plácida embriaguez, se mostraba ajena a las inquietudes
intelectuales. Las vacaciones, por fin, le permitían disfrutar de su existencia
sin más. De vez en cuando comprimía levemente la mano que agarraba como modo de
compartir su elación y su afecto.
Él la miraba a ella. Caminaba por
el interior, donde las olas sólo acariciaban sus tobillos. Trataba de vaciar la
mente, de disfrutar del idílico momento que compartían, pero le era imposible.
Cerró los ojos para que la luz le bañase los párpados, con la esperanza de que
ésta purgase su cerebro de los pensamientos que lo acosaban. Cada vez que ella
apretaba su mano, sentía que debía entregarse ciegamente, olvidar cualquier
recuerdo y rendirse a la felicidad que le brindaba. Sin embargo, cuando ella se
giraba para ver las olas, sentía una fría culpabilidad en su conciencia
recóndita. Era como una traición, pensaba, permitirse cosechar los placeres de
dos relaciones extraordinarias y no devolver su indivisible atención a ambas.
No era una infidelidad. Su novia,
la que había dejado en casa, la compañera de toda una vida, sabía con quién
estaba, sabía que no era una sustitución. También sabía que no era un capricho. La mujer que paseaba con él, sin embargo, era ignorante de
su conflicto. Con todo el tiempo que se llevaban viendo, él no había aunado
valor para explicarse. De nuevo, esta no había sido una decisión deshonesta.
Confiaba en que lo entendería. No obstante, le parecía una declaración
dolorosa, para todos. Aunque ella fuese capaz de asimilar que los sentimientos
de su chico eran bidireccionales, no podría evitar pensar que contaba con una
reciprocidad incompleta, fragmentada.
'En el fondo es cierto,' pensó.
'No puedo devolverles lo que me dan. A las dos no. Como mínimo mi compañía
estará dividida.' Las dudas lo anegaban, amenazando con extinguir incluso la
claridad del paradisíaco amanecer. '¿Hasta dónde es posible amar a dos
personas? ¿Llega un momento en el que tengo que elegir, sacrificar?' Una cosa tenía
clara: no podía vivir consigo mismo en ese estado. Incluso en el hipotético
caso de que ambas mujeres aceptasen incondicionalmente la situación, él
seguiría dividido, culpable, contrito. Jamás sería capaz de entregarse
plenamente, no al saber que había otra esperándole.
Por supuesto, el hecho de que la
solución a su problema estuviese a su alcance no ayudaba en absoluto. Siempre
lo había estado. Podría haberse ahorrado los últimos meses, de haber querido
hacer uso de su "solución". Pero no. Había preferido esperar, ver
cómo se desenolvían los acontecimientos. En definitiva, dejarse llevar. Su
condescendencia con el destino ahora le parecía cobarde. En un ictus de rabia,
tomó su decisión. Era una solución dolorosa que llevaba rumiando un tiempo. La
única, en el fondo, si lo que quería era "solucionarlo". Se consolaba
convenciéndose de que no era un acto de egoísmo, no era un mero bálsamo para su
propia angustia. De este modo no se conocerían ni tendrían que conocerse en el
pasado.
Se detuvo abruptamente, tomando
los hombros de la chica a quien tanto quería entre sus manos y besándola
apasionadamente. Cuando se separaron, jadeando, se dejó caer al suelo y,
apoyando los dedos sobre la arena mojada, invocó el poder que le era exclusivo.
Sintió la familiar opresión y vio cómo se saturaban los colores del paisaje. La
escena se disolvía, recordando absurdamente a un cuadro impresionista. Un brote
de pánico amenazaba con invadirle. Antes que permitirse sentir remordimiento,
arrancó la vista de la chica, fijándose en su lugar en el Sol, que se abría ya
paso entre los nimbos cargados. La luz se deshizo ante sus ojos y el suelo giró
violentamente bajo sus pies.
Ya no
se encontraba en la playa. Estaba en el cuarto de baño de su antigua casa. Se
miró en el espejo y vio la cara que recordaba haber tenido dos años antes.
Había empleado su... habilidad más veces, pero nunca antes había
deshecho tantos meses de historia. No tenía muy claro de qué punto en el futuro
venía y, no obstante, era consciente de que había perdido algo. Se tiró en la cama, sintiéndose desdichado y sin saber por qué. Varias horas más tarde, salía a comer con su novia, que le recibió con
una sonrisa y un beso. 'Debo de haber hecho algo bien,' pensó, maravillándose de su fortuna. Pero algo más profundo le sugería un sacrificio, el retorno a un pasado
incompleto.
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